Ingenieros de nuevas tecnologías son los más demandados y difíciles de encontrar.
Ser ingeniero informático o de telecomunicaciones hoy día es sinónimo de empleo. Es una de las profesiones con menor tasa de paro, solo un 7,6% frente al 24% medio español. Las ofertas de trabajo a la caza de estos perfiles suponen ya el 13% del total, según Adecco. Sin embargo, pese a las buenas perspectivas, cada año se matriculan menos estudiantes de ingeniería en las universidades españolas y a las empresas les cuesta una eternidad encontrarlos (si lo consiguen). Es la particular contradicción de las ingenierías: viven a la vez un sueño y una auténtica pesadilla laboral.
Es difícil dar con una compañía que no busque incorporar un ingeniero a sus filas. Desde pequeñas empresas de Internet con cinco empleados hasta grandes firmas y consultoras. Indra, por ejemplo, anuncia más de 50 vacantes en Infojobs; la multinacional de videojuegos Gameloft busca varios programadores; Tuenti ha optado directamente por convocar concursos de programación para pescar talento. En la primera competición, el año pasado, ofreció un puesto al 80% de los finalistas. Este año se presentaron 3.000 aspirantes entre los que seleccionó a 15 supervivientes y a un ganador.
“En cuanto pides unos años de experiencia, conocimiento de desarrollo en la web o el móvil e inglés, es casi imposible, te tienes que ir fuera”, dice Sebastián Muriel, vicepresidente de desarrollo corporativo de Tuenti. La red social organizó recientemente un encuentro entre los responsables de las principales escuelas técnicas de universidades españolas para analizar por qué España no genera suficientes ingenieros, ni en número ni en cualificación.
Las matrículas en los centros de ingeniería informática y telecomunicaciones (técnica y superior) han caído un 40% desde 2003 y se prevé que continúen a la baja hasta 2014, según un informe del portal Ticjob. Y las causas no apuntan solo a la demografía, al envejecimiento de la población; señalan sobre todo a un sistema educativo que parece anquilosado, incapaz de moverse a la velocidad que le exige el mercado.
La universidad no produce los perfiles que necesitan las firmas de tecnología
“Existe un problema grave y es que la universidad sigue demasiado centrada en la investigación. Algo falla cuando la prioridad de un profesor es publicar un estudio académico en lugar de entrar en contacto con empresas”, explica Pedro de las Heras, coordinador de grado en la Escuela de Ingeniería de Telecomunicaciones de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Según Guillermo Cisneros, director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Telecomunicación de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), faltan tres ingredientes clave: renovar los planes de estudio, potenciar las competencias transversales (gestión de equipos, conocimientos en otras áreas…) y, sobre todo, enseñar y animar a emprender.
En muchos centros técnicos de EE UU, del MIT al Georgia Institute of Technology, renuevan las asignaturas cada seis meses, lanzan nuevos cursos cada año, fomentan la creatividad y colaboran con las empresas. Es un ambiente vivo, en constante cambio. En Reino Unido se plantean incluso reemplazar las viejas asignaturas de ofimática en la escuela por cursos de programación.
Muchos ingenieros en España reconocen la necesidad de importar parte de esta mentalidad. “Tuve que estudiar tecnologías de hace 10 años, eso en informática es un mundo. La universidad debería producir estudiantes proactivos y curiosos, pero hace todo lo contrario, mata la creatividad”, dice Javier Escribano, teleco de 25 años y máster por el Illinois Institute of Technology de Chicago. Escribano ha optado por montar su propia empresa, TouristEye, una guía de viajes para móviles.
La situación ha cambiado en los tres últimos años, muy poco a poco. Nuevas iniciativas como el Centro Universitario de Tecnología y Arte Digital (U-Tad), concursos de creación de aplicaciones para móviles organizados por la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Zaragoza, o la participación de empresas en los proyectos finales de carrera de la Escuela de Ingeniería Informática de la Universidad de Oviedo han sido muy bien recibidos.
El perfil más buscado
Informático o ‘teleco’. No importa si es una ingeniería técnica o superior. Centros como la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) o la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) están entre los mejor valorados.
Dominio de tecnologías web y móvil. Si no se aprenden en la universidad, toca hacerlo fuera. Desarrollo en C++, JavaScript, HTML 5, J2EE y dominio de plataformas móviles (iOS, Android).
Proactividad y motivación. Quizá sea lo más valorado, especialmente en las start-ups: alguien dispuesto a aportar soluciones y a implicarse. Ambición sana.
Algo de experiencia. Fundamental adquirirla durante los últimos años de estudio o nada más salir.
Exposición internacional. Bien con estancias en el extranjero, con becas o con experiencia laboral relacionada.
Excelente inglés. Internet y el sector tecnológico no entienden de fronteras. Sin inglés, complicado.
Se requieren más cambios. Entre ellos, Daniel Mozos, decano de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense de Madrid, señala la necesidad de concentrar el gasto. “En España hay más de 80 centros de informática, es una barbaridad. Debería haber menos, mejores y con planes de estudios más atractivos”. Pedro de las Heras apuesta por reducir la investigación y fomentar el emprendimiento. “Los profesores tienen que liderar el cambio, trabajar con los alumnos en crear empresas, como ocurre en Stanford”.
También hay obstáculos laborales. El 35% de las ofertas para informáticos y telecos exigen una experiencia de entre dos y cinco años, pero los sueldos rara vez van a la par. Mientras en EE UU el salario de un programador con cuatro o cinco años de experiencia supera los 60.000 euros, en España ronda la mitad.
“El 50% de mis amigos de carrera acabaron en consultoras donde el trabajo es mecánico y no se valora a los programadores. Te quemas a los dos años. Google, Twitter, Facebook… todas son compañías lideradas por programadores, aquí falta que socialmente se reconozca su valor”, dice Escribano.
Sin un sistema educativo más ágil y moderno y más start-ups que creen oportunidades laborales atractivas, parece complicado revertir la situación. “Solo entre un 6% y un 9% de universitarios quiere montar una empresa al terminar. En nuestra escuela estamos cerca del 25%”, dice Hilario López, de la Universidad de Oviedo. “Hay que convertir la enseñanza en un motor de creación de empleo. Es el camino”.